Comentario
El tipo de arquitectura clásica para la explotación de las tierras fue la de la villa, cuyos possesores solían ser ricos propietarios que, tal como hemos dicho, tenían a su servicio un amplio espectro de individuos de diferente condición social. La existencia de las villae debe ser entendida como núcleos o centros de explotación agrícola y ganadera, a la vez que lugares de residencia donde el propietario disfrutaba de sus momentos de otium. Estas características condicionaban su edificación. Por un lado se necesitaba una parte residencial, por regla general, construida con gran solidez y ornamentada con los gustos propios de la época, mosaicos y pinturas alusivos a la vida cotidiana y a la mitología tradicional. Las planimetrías que se han podido estudiar gracias a la arqueología, aun siguiendo las directrices establecidas por Vitrubio, han proporcionado una gran variedad de tipos, donde la galería de fachada o el pórtico sobre un gran peristilo son los elementos más notables y aluden directamente a las funciones que requería la vida del propietario en su residencia en el campo. El otro gran sector de la villa, lo que se denomina la pars rustica, estaba destinada a albergar las dependencias del almacenamiento, los establos y los productos de la explotación, además de las habitaciones de los campesinos, cuando éstos vivían en la propia villa y no en lugares dispersos cercanos a la propiedad.
Uno de los ejemplos constructivos más tardíos lo encontramos en la villa de Pla de Nadal (Ribarroja del Turia, Valencia). La edificación en sí misma corresponde a la parte residencial, y otros restos, muy fragmentarios, permiten detectar la pars rustica. Las estructuras documentadas muestran una construcción rural cuya planta -40 metros de largo por 30 metros de ancho- responde a las villae con galería y torres angulares abiertas sobre un peristilo. Los restos constructivos y escultóricos hacen suponer que se trataba de un edificio de dos plantas. Los fragmentos de escultura hallados están tallados en piedra calcárea y presentan todos el mismo tema ornamental: flores de acanto, esquematizaciones vegetales y venerae. A pesar de la clara tradición constructiva romana, esta ornamentación arquitectónico-decorativa, por sus paralelismos con otros talleres escultóricos, sitúa la construcción de este edificio a finales del siglo VI con un período de utilización, al menos, a lo largo del siglo VII. Este conjunto de Pla de Nadal plantea una nueva vía de investigación en las construcciones rurales de nueva planta, paralela a la de las transformaciones o remodelaciones de las Villae edificadas en tiempos anteriores.
De nuevo la información proporcionada por las pizarras de la Meseta central resulta de especial interés para conocer la organización de los hábitats en zonas de carácter esencialmente rural. La documentación ofrece un panorama verosímil, aunque de difícil constatación arqueológica, puesto que tal como hemos visto lo que mejor conocemos por el momento son las grandes estructuras de las zonas residenciales de las villae.
Es muy posible que todas las categorías de hábitat establecidas gracias a la lectura de las pizarras conciernan a una población campesina de esclavos o siervos dedicados al trabajo y explotación de las tierras, y no precisamente a los siervos domésticos, que, como veremos más adelante, vivían en el ambiente familiar de los propietarios. Si bien estos documentos han permitido profundizar en el sistema vertebrador del hábitat rural, nada o prácticamente nada aportan sobre el sistema de regulación administrativa o gubernamental. En alguno de estos textos se lee el término locum, que parece utilizado como sinónimo de villa. Este vocablo, en cambio, se documenta en una pizarra tardía -de mediados del siglo VIII y procedente de Carrio (Asturias), pero cuya realidad social debe entenderse en el mismo contexto y como continuación de la época que nos ocupa-, como sinónimo de villa o aldea, y en oposición a civitas que también se lee en la misma, junto a avitaciones (por habitationes), como sinónimo de casas o similar. La palabra casa -posiblemente choza o alguna construcción pequeña- aparece en otra pieza, ya del siglo VII, frente a la más habitual y de mayor categoría de domus.
Si intentamos establecer un orden jerárquico en los núcleos de hábitat, creemos que en primer lugar encontraríamos las civitates con su correspondiente territorium y otros núcleos de población de tipo urbano que no tienen el status de civitas. Seguidamente nos encontramos con los vici, los pagi, los castella y los castra. Respecto a este último tipo de concentración, las pizarras las mencionan, aunque se hace difícil saber si se trata de campamentos o de aldeas, aunque lo más probable es que se refiera a esto último. La arqueología ha proporcionado un documento excepcional para el estudio de este tipo de aglomeraciones que responden a poblados o campamentos fortificados. Se trata del emblemático yacimiento de Puig Rom, situado en un punto estratégico del Golfo de Rosas en la actual provincia de Gerona. Aunque las excavaciones están todavía en curso, se ha podido detectar una estructura muraria de cerca de dos metros de ancho recorrida por una serie de torres cuadrangulares que, además de servir como puntos de vigilancia sobre el golfo y el paso pirenaico, proporcionan una mayor solidez a la estructura en sí. En el interior se disponen pequeñas construcciones que responden a las habitaciones o viviendas. Los materiales hallados hablan más de una población civil que militar y se puede fechar el conjunto en el siglo VII.
La possessio -término que se lee en la pizarra que contiene un documento de venta y que mencionamos al hablar del reparto de tierras-, corresponde a la propiedad o heredad. Dentro de ella se debieron situar diversas construcciones. En primer lugar la domus, término que se halla frecuentemente sustituido por el de casas, aunque este último puede reemplazar también el de habitationes, se entiende habitaciones de la parte residencial de una villa, a no ser que se refiera a las habitaciones donde se alojaba la mayor parte de la población servil. Cabe imaginar que esta población debió vivir, de forma más o menos individual, efectivamente en las tierras que estaba explotando y no lejos de la estructura para albergar al ganado o los animales de corral. Nos referimos a corte, término empleado para definir el establo o el corral.
En relación con este término hay un documento en pizarra del máximo interés porque, además, supone el pago de unas especies en régimen de hospitium de unos individuos al dominus propietario, en la línea que antes hemos mencionado de relación de campesinos o esclavos con los propietarios de las tierras: "Notitia in qua ordenatu est quos (...)/ consignemus Simplicio, id est, VI ses(...) / cum agnus suus det scrova una, vacca una / hospitio Matratium quum pariat in corte / domni sui Valentini, vitulas duas, / triticu modios XXV".
(Noticia en la que se ordena a quienes (...) Notifiquemos a Simplicio, esto es, 6 seis(?) (...), con sus corderos entregue una puerca, una vaca por régimen de hospitalidad, a Matratio, cuando (la vaca) para en el establo de su señor Valentino, dos terneras, 25 modios de trigo).
Dentro de lo que es el paisaje rural, su ocupación, organización y disposición, hemos de hacer referencia obligada a la aparición de una serie de centros de culto que se disponen, o bien en las propiedades privadas de las villae, o bien en los núcleos de hábitat de los que hemos hablado. También cabe señalar la abundante existencia de centros monásticos, que conocemos a través de las fuentes textuales, pero no a través de la arqueología. Hemos hecho ya mención de los diversos problemas que plantea el resultado de las excavaciones arqueológicas y los estudios de determinadas construcciones arquitectónicas de tipo religioso. Queremos ahora incidir en la problemática planteada por esta arquitectura esencialmente rural, puesto que forma parte del paisaje y de la vida cotidiana de los individuos que pueblan las zonas rurales.
En primer lugar cabe señalar que muchos edificios de culto presentan problemas de datación, particularmente todos aquellos que han sido fechados a partir, y por comparación, con la inscripción de dedicación de la iglesia de San Juan de Baños (Palencia). Esta fue ofrecida por el monarca Recesvinto a San Juan Bautista, en el año 661, y hemos estudiado su inscripción en el momento de hablar de la plasmación del ejercicio del poder, pues se trata de uno de los mejores ejemplos a este respecto. Estas fundaciones eclesiásticas de patrocinio real en el medio rural no dejan de sorprender y su valoración se hace difícil.
Por otra parte, los conjuntos como San Pedro de la Nave (Zamora) y Quintanilla de las Viñas (Burgos), no permiten avanzar en el análisis cronológico de carácter arqueológico, debido a las sucesivas intervenciones. La aplicación de criterios estilísticos o de pura historia del arte no son lo suficientemente sólidos para llegar a la perfecta comprensión de su edificación. Así, por ejemplo, la semejanza de su planta con otros edificios de la misma época, la filiación de los motivos ornamentales y figurativos con otros materiales, etcétera, nos sitúan en un abanico cronológico excesivamente amplio para que podamos afirmar con absoluta fiabilidad su verdadero horizonte cultural. Todo ello son temas que se están planteando actualmente y rompen en cierta manera con las valoraciones de tipo arqueológico que se han venido defendiendo hasta hoy.
A pesar de todo lo expuesto, se puede afirmar, en cierto modo, que la organización dispersa del hábitat obligaba a la existencia de una serie de edificios de culto, que pueden aparecer de forma aislada, formando parte de una propiedad, o bien dentro de los conjuntos monásticos.